Si no vas a cocinar los langostinos inmediatamente después de comprarlos, lo mejor es congelarlos. Colócalos en una bandeja sin que se toquen y una vez congelados, transfiérelos a una bolsa hermética. Esto preserva su frescura y previene que se peguen entre ellos, facilitando su uso posterior.

Para descongelarlos, déjalos en el refrigerador durante la noche o sumérgelos en agua fría si estás apurado, asegurando que estén listos para cocinar y llenos de sabor.